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Diario de un escritor: Una ventana abierta al mundo.

ESCRITORES MALDITOS. 20 de Marzo de 2014

Solamente dos ratos me ha llevado el agradable trance de leer uno de los clásicos más surrealistas y, aunque suene redundante y hasta evidente, Kafkianos, de la literatura moderna; La metamorfosis. En este libro, posiblemente el que más me ha gustado de Kafka de los que he leído, encontramos a un personaje que de la noche a la mañana se despierta convertido en un insecto, híbrido entre una cucaracha y un escarabajo. El sentido metafórico de la novela es evidente, ya que Kafka, de alguna manera siempre se sintió un bicho raro en la sociedad, algo que se puede comprobar después de analizar al protagonista de la novela. No en vano, la similitud entre los apellidos del escritor y el personaje principal llama la atención. (Kafka-Samsa). El mencionado protagonista, Gregor Samsa, es un comerciante que sostiene económicamente a toda su familia con su trabajo, hasta el día que aparece convertido en un insecto repugnante. Todos los personajes, en su mayoría familiares directos, comienzan a sentir una profunda animadversión hacia el que otrora fuera el sustento y motor familiar, y deciden esconderlo en su habitación para no tener que soportar el doloroso martirio de verlo convertido en insecto. Tanto les cuesta ver la nueva imagen de su hijo, (a veces incluso andando por las paredes o descansando en el techo) que poco a poco van dejándolo morir hasta que sucede lo inevitable. Como digo, el sentido metafórico, en mi opinión, nos deja la siguiente moraleja: La sociedad no quiere a individuos que sean diferentes y pondrá su máquina de exterminio a funcionar con el fin no permitir su integración. Hay muchas más interpretaciones, tan válidas como la mía, pero al menos a mí, eso ha sido lo que el libro me ha trasmitido. En pocos libros de Kafka queda tan explícito y tan nítido su mundo como en éste. La más absoluta incomunicación, la más cruel reducción a la nada de un personaje convertido en bestia y arrastrado sin concesiones a la muerte. La lectura consiguió despertar en mí aquellos intereses por el escritor que permanecían aletargados desde mi adolescencia. He aquí una cronología resumida de lo que fue la vida y obras de este autor maldito, que aunque no es considerado como tal por la mayoría de los entendidos, me permitiré la licencia de incluirlo por mi cuenta en mi propia lista. No en vano, Kafka nunca llegó a triunfar en la literatura mientras vivió. Tanto es así, que pidió a su mejor amigo que destruyera toda su obra cuando él muriera (menos mal que no lo hizo):

1883: Año de su nacimiento en Praga, en el seno de una familia judía.

1889: Comienza sus estudios primarios en la escuela del mercado de la carne. Éste es el año en el que realiza sus primeros escritos, que destruiría posteriormente.

1900: Comienza a leer e interesarse por Nietzsche.

1901: Termina el bachillerato y comienza sus estudios universitarios. Empieza estudiando química, carrera que abandona rápidamente, para terminar estudiando derecho.

1903: Escribe su novela, “El niño y la ciudad”

1904: Empieza a escribir “Descripción de una lucha”

1906: Termina su carrera universitaria y se doctora en derecho. Comienza a trabajar en una aseguradora (Assecurazzioni generalli), trabajo en el que permaneció hasta el año antes de morir.

1909: Escribe “Los aeroplanos en Brescia”. Durante este año comienza a relacionarse con grupos anarquistas.

1912: Escribe “La condena”, “El desaparecido” y “La transformación”. En el poco tiempo libre que le queda, conoce a Felice Bauer , con la que se compromete hasta en dos ocasiones pero con la que nunca llega a casarse.

1914: Escribe “El proceso” y “En la colonia penitenciaria”. La primera guerra mundial estalla, pero Kafka no es movilizado.

1916: Escribe “El guardián de la tumba” y “Un médico rural”

1917: Escribe “La muralla china” e “Informe para una academia”. Tras diversos problemas de salud, se le diagnostica tuberculosis tras una grave hemorragia pulmonar.

1919: Escribe “Carta al padre”. La carta critica duramente a su padre por su conducta emocionalmente abusiva e hipócrita hacia él. La relación de Kafka con su padre fue difícil, y detrás de ella se esconden, posiblemente, las respuestas a la mayoría de las frustraciones del escritor. A continuación, un pequeño extracto del manuscrito que describe perfectamente sus sentimientos: “Hace poco tiempo me preguntaste por qué te tengo tanto miedo. Como siempre, no supe qué contestar, en parte por ese miedo que me provocas, y en parte porque son demasiados los detalles que lo fundamentan, muchos más de los que podría expresar cuando hablo.

1922: Escribe “Un artista del hambre” e “Investigaciones de un perro”. Le pide a Max Brod, escritor e íntimo amigo suyo, que destruya su obra cuando él muera. De él dice que es “una ventana abierta al mundo” De esta afirmación tomé una parte del título de esta sección; Diario de un escritor: Una ventana abierta al mundo.

1923: La tuberculosis es ya dueña de su cuerpo. Conoce a Dora Dyament, de la que se enamora y con la que vive durante un tiempo en los suburbios de Berlín. Deciden casarse, pero el padre de ésta se opone al matrimonio.

1924: Escribe su último relato, “Josefina la cantora”. Muere el 3 de Junio en Kierling. Es enterrado en el cementerio judío de Praga el 11 de Junio.

No se puede decir de Kafka que fuese un triunfador, pues tanto en lo artístico como en lo personal, nunca logró alcanzar en vida las metas por las que luchaba, que no eran otras que encontrar el amor verdadero y triunfar en la literatura, respectivamente y por este orden. Aunque llegó a editar alguna de sus obras, la mayoría no fueron literariamente reconocidas hasta que no hubo muerto, siendo editadas de manera póstuma años después de la muerte del escritor. Por estas dos razones me he permitido la licencia de encasillarle dentro de los denominados escritores malditos, término que se aplica a aquellos poetas, escritores, e incluso artistas plásticos que, independientemente de su talento, fueron incomprendidos por sus contemporáneos y no obtuvieron el éxito en vida. El término escritor maldito, o poeta maldito, nació a partir de en un libro de ensayos llamado “Los poetas malditos” escrito por el poeta francés Paul Verlaine, publicado por primera vez en 1884. En esta obra se honra a seis poetas: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L'Isle-Adam y Pauvre Lelian, anagrama o nombre encriptado del propio Paul Verlaine. Los comentarios sobre los otros cinco autores, a los que él conoció personalmente, tratan sobre el estilo de su poesía y sobre las anécdotas personales vividas con ellos. Verlaine expuso que dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a acoger el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura. También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, teniendo vidas trágicas, y entregados con frecuencia a tendencias autodestructivas por culpa de sus cualidades literarias. Muchos de ellos llevaron una vida bohemia y rechazaron las normas establecidas (tanto las reglas del arte escrito y plástico, como los convencionalismos sociales), desarrollando un arte libre y provocativo que años después sí que fue valorado. William S. Burroughs, uno de los apóstoles de la contracultura de los año 1960 y figura destacada de la generación Beat, es un claro ejemplo. Miembro de grupos de intelectuales compuestos por artistas estadounidenses que definieron y dieron forma a la cultura tras la segunda guerra mundial, mantuvo importantes contactos con escritores beatnicks de la época como Jack Kerouac o Allen Gingsberg, del que se cree que fue amante, y con quién mantuvo una duradera amistad, de cuya correspondencia escrita se han editado recopilaciones como el libro “Las cartas de la ayahuasca”. Se reunían en el White Tavern de Nueva York, donde consumían cocaína, alcohol, heroína y todo tipo de sustancias estupefacientes. Este periodo autodestructivo de la década de los cincuenta, termina con la publicación de “Yonqui”, una de sus novelas más reconocidas, englobada dentro del “pulp” (publicaciones baratas de encuadernación rústica especializadas en historietas y literatura de ficción). Después, ya en los sesenta, comienza a escribir con más continuidad, sobre todo acerca de sus experiencias alucinógenas, y sin ninguna pretensión literaria. Una de sus citas más pragmáticas en lo que a las drogas se refiere podría ser ésta:“He aprendido la ecuación de la droga. La droga no es como el alcohol o la hierba, un medio para incrementar el disfrute de la vida. La droga no proporciona alegría ni bienestar: Es una manera de vivir”. Su obra tiene una importante carga autobiográfica, y en ella se plasma su adicción a diversas sustancias, como la heroína. La experimentación, el surrealismo y la sátira constituyen, además, algunos de los elementos más destacados de sus novelas. Aunque desde pequeño tuvo inclinaciones homosexuales, se casó dos veces, la última con Joan Vollmer, a la que posteriormente mató emulando a Guillermo Tell, disparándole a una manzana situada sobre su cabeza. Era 1951 y Joan murió con un agujero entre los ojos. Borroughs, algo excéntrico, como pueden ver, también tenía una obsesión malsana con el número 23 (de ahí nace la película, del mismo nombre). Borroughs creía que este número estaba detrás de la fatalidad, y que también encajaba con demasiadas cosas del mundo para ser azaroso: nuestro ADN está dividido en 23 pares de cromosomas, poseemos 23 vértebras y la sangre tarda 23 segundos en recorrer nuestro cuerpo. Murió plenamente feliz a la edad de 83 años un 2 de Agosto de 1997.La lista de escritores malditos es interminable. Podríamos hablar de nombres como Aldous Huxley, autor que escribió “Las puertas de la percepción” en 1954 bajo los efectos de la mescalina, o de H.P Lovecraft, que revolucionó el género de terror a principios del siglo pasado y al que se le asocia con cultos secretos, sótanos oscuros repletos de libros antiguos, y solitarias caminatas nocturnas al borde de cementerios, que no hacen más que avivar el gran halo de misterio que rodea a este extraño escritor, que según cuentan, vivió marcado por una difícil relación de sumisión con su madre, además de convivir interiormente con un trauma causado por sus diferentes sus demonios sicológicos, a los que sacaba asiduamente en todas sus creaciones. Al igual que Lovecraft, muchos escritores de los denominados malditos tenían problemas psicológicos. Y es que la locura parecer ser, en muchos casos, la dinamo que genera las mejores ideas (ya se dice que los locos abren los caminos que más tarde seguirán los sabios). En opinión del psiquiatra español Enrique Gonzalez, hay demasiados casos de autores tratados, diagnosticados y recluidos en instituciones y hospitales de salud mental, para que la relación entre locura y literatura sea casual. Mary Shelley, la autora de Frankenstein, sufría frecuentes ataques de melancolía, alucinaciones y sueños letárgicos. Lord Byron podía cambiar de humor en pocos minutos, como buen ciclotímico que era, y también era aficionado a aullar sin motivo. Charles Baudelaire, autor de Las flores del mal, un compendio de poesía que bascula entre lo venéreo y lo necrofílico, sufrió frecuentes crisis nerviosas, neuralgias y vértigos que le dejaban postrado en la cama. Virginia Woolf, Allen Ginsberg y Sylvia Plath también fueron desequilibrados mentales, y algunos de ellos se suicidaron, como lo hizo David Foster Wallace, uno de los mejores escritores norteamericanos contemporáneos, a pesar de que solo tiene una novela publicada, titulada "La broma infinita". Resulta también reseñable la relación que hay entre los escritores malditos y sus padres, pues en la mayoría de los casos, sus padres eran personas a las que temían u odiaban. Volviendo a las vidas de estos curiosos literatos, otro de los malditos podría ser Charles Bukowski, poeta y narrador estadounidense de origen alemán, que tuvo una vida miserable de pobreza, alcoholismo, y trabajos duros mal pagados. La mayoría de sus poemas y relatos cortos hablan de borracheras, apuestas y prostitutas, elementos que le acompañaron durante casi toda su vida y de los que hablaba con una brutal honestidad y un humor negro tan exagerado, que sorprende al lector. Su obra, además de tratar los temas más suburbiales, representa el lado oscuro del sueño americano, dotando de un realismo atroz al verdadero fiasco en el que en muchos casos desemboca esta manida mentira, que a base de su repetición, se sigue vendiendo como el súmmum de la realización social en un país en el que ese sueño resulta una quimera difícilmente realizable para la mayoría de los integrantes de su sociedad. El odio tremendo que sentía hacia su padre, que lo maltrató desde su más tierna infancia, y su agresivo acné juvenil, marcaron tanto la vida como las obras de este polémico escritor. Ambas experiencias convirtieron a Bukowsky en una persona reprimida, tímida e insegura, siendo la literatura la única vía que encontró para poder sentirse a gusto consigo mismo, plasmando así, de manera terapeútica, todas sus frustraciones negro sobre blanco. Los libros más reconocidos y representativos de su obra son “Lo que más me gusta es rascarme los sobacos”, “La senda del perdedor”, “Factorum”, o “La máquina de follar”. Murió de leucemia en 1994, a la edad de 73 años, dejando huérfana a una generación de escritores que todavía siguen imitando su manera de contar las cosas. Hoy en día es considerado uno de los escritores estadounidense más influyentes, símbolo del “realismo sucio” y la literatura independiente. Otro gran exponente de este nutrido grupo de escritores malditos es Edgar Allan Poe, escritor americano que nació en Boston, Estados Unidos, el 19 de enero de 1809. Sus padres murieron cuando era niño y fue recogido por un matrimonio adinerado de Richmond, Virginia. Odiado por su padrastro y venerado por su madrastra, la vida de Poe aparece marcada por la tragedia, ya que tuvo que sobrellevar la muerte de las mujeres que más amó. A la muerte de su madre le siguió la de su primer amor, Miss Jane Standard que era la madre de un compañero de colegio, y que falleció por una enfermedad mental a los treinta y un años. Después, afectada de tuberculosis, moriría su madrastra, Frances K. Valentine. Finalmente su esposa Virginia, prima carnal suya y con la que contrajo matrimonio cuando ella sólo tenía trece años, también terminaría por fallecer, engordando la siniestra lista. Virginia fue musa recurrente en su obra, sobre todo en poesías como “Annabel Lee” y relatos como “Eleonora”, en el cual la protagonista, también prima y amada del escritor, moría trágicamente. Escritor, poeta, crítico y periodista romántico, es reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros representantes en Estados Unidos. Fue renovador de la novela gótica, y es recordado especialmente por sus cuentos de terror, que sirvieron de inspiración a escritores tan dispares como H.P Lovecraft, Baudelaire, Dostoyevski, Kafka, Borges, Rubén Darío o Julio Cortázar. Se le considera el inventor del relato detectivesco, y contribuyó con varias obras al género emergente de la ciencia-ficción. Entre sus mejores obras destacan “El Cuervo”, “Annabel Lee”, “El pozo y el péndulo”, o “El barril de amontillado”, entre otras. Murió el 7 de octubre de 1849 en la ciudad de Baltimore, con tan solo cuarenta años. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada, y dependiendo de las fuentes, varía, siendo el alcohol, las drogas, el suicidio, infartos varios e incluso la rabia, la causa de su trágico final. Lo que está claro es que la razón última fue la disoluta vida que acostumbraba a llevar. Todo un catálogo de vicios, confesables e inconfesables, que le condenó sin remisión a una muerte casi inevitable, pasando a ser desde entonces uno de los escritores malditos que mejor hace honor a este apelativo. Lo que está claro es que escritores malditos hubo, hay y habrá mientras la literatura sea escrita por seres humanos. Mientras haya escritores que no logren triunfar en la literatura y solamente el paso del tiempo haga que su trabajo sea reconocido, habrá escritores malditos. Mientras haya escritores incomprendidos y rebeldes, que se sientan excluidos de una sociedad encorsetada que los reprime, habrá escritores malditos. Mientras haya escritores entregados a las más bajas pasiones, a los que les encante empinar el codo o utilizar ciertas sustancias como ayuda literaria, o simplemente como evasión o adicción, habrá escritores malditos. Pero sobre todo, mientras haya escritores, habrá escritores malditos. Hasta la próxima.

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