top of page

LOS NEGROS LITERARIOS: 16 de Diciembre de 2013

El tema de este mes, después de ver cómo personajes de la “relevancia” de Belén Esteban, se convierten en “escritores” súper ventas, no podía ser otro que el que ya adelanté en el último “diario de un escritor: Una ventana abierta al mundo. Permítanme que les hable de los negros literarios.

El negro literario o ghost writer (escritor fantasma, en el mundo anglosajón), es el que hace trabajos anónimamente en provecho y lucimiento de otro, que es el que pone la firma y se lleva la gloria, si es menester. La expresión es de origen francés y surge a raíz de la masiva producción de folletines allá por el siglo XIX. El negrero (négrier), era el que firmaba el libro, previa contratación de un negro (nègre), que era el que realmente lo escribía. Se dice que la persona que acuñó el término fue Eugène de Mirecourt, crítico e intelectual francés, que repetidas veces aseguró que Alejandro Dumas padre no escribía las obras que firmaba, siendo éstas, obras contratadas a terceros. La frase que acuñó el término decía así: “Como necesita doscientos mil francos al año, alquila desertores intelectuales y traductores a sueldo a los que degrada a la condición de “negros” que trabajan bajo el látigo de un mulato”. Es evidente que Alejandro Dumas padre no escribía todos sus libros. Es imposible que alguien pueda escribir una cantidad tan ingente de libros (más de trescientos) en tan poco tiempo, teniendo la mayoría de ellos un grosor considerable. Los que sabemos lo que es escribir un libro, conocemos el trabajo y el tiempo que hay que emplear en cada uno de ellos, por lo tanto, a no ser que estuviésemos ante un ser dotado de una extraordinaria e inhumana habilidad, se me antoja imposible que el señor Dumas haya sido el autor de todas sus obras. Se dice que dos de sus obras más reconocidas y con mejores críticas; “Los tres Mosqueteros” y “El conde de Montecristo”, fueron escritas por su negro literario más diestro, de los más de setenta que se dice que llegó a tener. Su nombre era Auguste Maquet, quién dicen que hacía la investigación histórica y elaboraba un primer borrador de la novela y luego se lo entregaba a Dumas para que éste lo corrigiera, aumentara, adorara y, en definitiva, diera el toque final y personal a cada una de las novelas. Maquet acabó poniendo una demanda a Dumas para que le pagara una cantidad de dinero mayor y para que su nombre apareciera en la portada de los libros como coautor. Finalmente, tras varios años, la sentencia condenó a Dumas a pagar a Maquet una considerable cantidad, pero la autoría de las novelas se mantendría a nombre de Dumas. Cuando se separaron, ambos acabaron perdiendo: Maquet intentó lograr el éxito por su cuenta pero no lo consiguió, y la obra de Dumas cayó en declive. De lo que no cabe duda, es que a pesar de que Dumas no era el autor intelectual completo de las obras, sí que aportaba las ideas y las correcciones claves para que éstas fueran, como fueron, grandes éxitos literarios. De no haber complementado con su talento las creaciones de sus “negros”, posiblemente estaríamos hablando de obras que hubieran pasado casi desapercibidas. Hay innumerables anécdotas alrededor de la figura de Alejandro Dumas padre y su condición de “negrero”, he aquí las que lograron arrancarme una sonrisa:

La primera de las anécdotas dice que en una ocasión le preguntó a su hijo Alejandro:

-¿Qué?, ¿Has leído mi última novela?

A lo que Dumas hijo le respondió.

-Claro que sí. ¿Y tú, la has leído?

La otra anécdota, difícilmente demostrable, al igual que la primera, dice que estando Dumas en el entierro de uno de sus negros más productivos, rompió a llorar, y mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo y maldecía su suerte, repitiendo una y otra vez:-“¿Qué voy a hacer yo sin ti?, ¿Qué voy a hacer yo sin ti?”, alguien por detrás se le acercó y le dijo con delicadeza al oído: “No te preocupes Alejandro, él escribía para ti, pero yo a su vez, escribía para él”. Esta última anécdota, en la que el negro del negro se encuentra con el escritor que firmará la novela, habla por sí sola de la “industria” de los escritores fantasmas y de la demanda que existía y existe de unos profesionales de la literatura que nunca o casi nunca se dan a conocer, permaneciendo en el anonimato a cambio de un puñado de monedas que les ayuden a subsistir, tratando a la literatura como una más de las miles de dignas profesiones que existen. Hay una gran polémica en torno a este tipo de escritores, ya que en algunos círculos literarios son considerados como mercenarios, mientras que otros autores valoran de forma positiva las aportaciones de los negros a la literatura. Desde mi punto de vista, estos escritores son dignos de elogio, sobre todo por la cantidad de diferentes registros que tienen que poseer a la hora de escribir para diferentes autores y también por la cantidad de conocimientos que han de albergar para poder “tocar” una cantidad tan variada de géneros y conseguir salir airosos. Se podría decir, utilizando un neologismo, que los escritores fantasmas son a la literatura, lo que las “marcas blancas” son al comercio. En mi opinión, los negros literarios son escritores que por una u otra razón no han conseguido triunfar en este difícil mundo de las letras y que hacen valer sus cualidades para, de alguna manera, poder sacarle un poco de partido a esas habilidades innatas que a ojos de los editores a los que en su día presentaron sus obras, no lo eran tanto. Todo mi respeto, pues, para ellos y para sus obras, tanto las que se publican a nombre de otro, como las que intentaron publicar y no pudieron.

Siguiendo con los negros y los negreros ilustres, ni siquiera el grandísimo Shakespeare se libra de la sospecha de haber usado un negro literario. Existe una teoría bastante sólida que apunta la posibilidad de que las obras de Shakespeare las escribiera Christopher Marlowe. La muerte de Marlowe estuvo rodeada de bastante misterio y se sospecha que pudo ser un montaje para hacer desaparecer al polémico escritor. Las primeras obras conocidas de Shakespeare datan del mismo año en que murió Marlowe, encontrándose similitudes casi literales en versos de ambos autores.

Sin irnos tan lejos, en nuestro país también existen negros y negreros como los que acabamos de nombrar. Se sabe que Alejandro Sawa escribió para Rubén Darío un artículo para La nación (que nunca fue remunerado), y que Vicente Blasco Ibáñez fue escritor fantasma de Manuel Fernández y González. De hecho, este último, al igual que Dumas, llegó a tener varios a su servicio. No hay que remontarse mucho para encontrar a algunos escritores coetáneos de todos nosotros que tampoco se han librado de la sospecha sobre la autoría de algunas de sus obras. Camilo José Cela fue acusado de plagiar “La cruz de San Andrés”,  novela que le llevó a ganar el premio planeta en 1994.  La obra que supuestamente plagió es la novela de su paisana, Mari Carmen Formoso, que lleva por título “Carmen, Carmela, Carmiña”. Según palabras de la juez: “La Cruz de San Andrés presenta tantas coincidencias y similitudes con la obra de Formoso, que para realizar tal transformación, la novela de la querellante hubo de ser necesariamente facilitada a Cela, para que tomándola como referencia o base, hiciera lo que el perito denomina aprovechamiento artístico de aquélla. De esa manera, la obra de Formoso fue "transformada" por Cela en una obra sistemáticamente diferente, con el sello propio de su autor, que presentada al mismo certamen literario resultaría premiada”. El único acusado a día de hoy, ya que Cela murió en dos mil dos, es el señor José Manuel Lara Bosch, consejero delegado del Grupo Editorial Planeta, acusado de la filtración de la obra original al, a la postre, premiado escritor. Dejemos que la justicia dictamine si hubo o no plagio en este caso de “negro inconsciente de serlo”, en el que, de ser verdaderas las acusaciones vertidas sobre el único acusado, obviamente sí que se incurriría en un delito por parte del negrero y sus supuestos cómplices. Algo más fácil de demostrar es el caso de Fernando Sánchez Dragó, quien reconoció en “petit comité” a la hoy alcaldesa de Madrid, Ana Botella, mientras departían de manera informal, y totalmente ajeno a la grabación robada de una de las cámaras de Telemadrid, que el libro “Libertad, fraternidad, desigualdad. Derechazos”, se lo habían escrito por encargo. El argumento que esgrimía, justificando su “negrería”, era la falta de tiempo, ocupado éste enteramente por la televisión y las conferencias a las que acudía. Si quieren ver el video del que les hablo, pinchen en el enlace que aparece a continuación, les aseguro que no tiene desperdicio.

http://youtu.be/qyKVGQb6kro

Lo cierto es que, aunque de manera casi clandestina y, si me permiten el anglicismo, algo “underground”, el mundo de los escritores fantasma es una realidad a la que algunas veces no queremos hacer caso, pensando que son habladurías y bulos. Nada más lejos de la realidad. Haciendo una rápida búsqueda en Internet, encontré una página que se dedica expresamente a ofrecer escritores a los que poder contratar, anunciando sus tarifas abiertamente. Aunque aquí no aparece, hay escritores fantasma que por un módico precio pueden escribir por ti hasta una tesis doctoral. Los precios que aparecen en la página mencionada son los siguientes:

-Biografías de personas en activo. De 150 a 200 páginas en un plazo de 4 a 5 meses:

De 2.000 a 4.000 €

-Biografías de jubilados. En principio, la misma extensión y precio, aunque se propone una cuota mensual reducida.

-Manuscritos no ficción (autoayuda, ventas, empresa, otros). De 200 a 300 páginas. Plazo de ejecución : 6 u 8 meses:

De 2.000 a 15.000 €.

-Manuscritos ficción (novelas). De 200 a 300 páginas. Plazo de ejecución : 8 meses.

De 4.000 a 15.000 €.

-Guiones. Dos horas de duración. Plazo de ejecución: 5 meses. Precio variable en función del guionista.

-Artículos. Se trata de forma individual o por proyecto.

-Prólogos para celebridades. De 3.000 a 15.000 €.

-Discursos. De 500 a 1.200 €. Con recargo por urgencia.

 

Primera conclusión que extraigo de lo anteriormente expuesto: El submundo de la literatura por encargo es mucho más curioso de lo que pensaba antes de escribir este artículo.

Segunda conclusión: No hay nada de criticable en el acto de escribir para otro, por el contrario, sí que lo hay en el hecho de encargar que escriban para ti.

A nivel de la moralidad y de la conciencia, debe de ser un pelín extraño el solicitar este tipo de trabajos, aunque imagino que el dinero ejerce un poder anestesiante en las conciencias de aquellos que demandan el servicio de este tipo de escritores, que por otra  parte, solamente realizan un trabajo, nada más. Teniendo en cuenta la situación económica que atravesamos, cualquier profesión se convierte en digna y honrada, adquiriendo estas el grado de honradez que atesore su cometido final, siendo en la mayoría de los casos el de escribir para subsistir, algo muy digno y respetable.

Tercera conclusión (Sabida ya de antemano): Belen Esteban no es la autora intelectual del libro que dice haber escrito ;-)

bottom of page